lunes, 14 de febrero de 2011

Cuento de un rayo de luna (segunda parte)

Veo como ha volteado Olalla, o doña Olalla, que es como la llaman los de aquí, la mano mientras un rayo de luna se la traspasa iluminándola por dentro y desvío la mirada hacia la olla tan apetitosa que sigue borboteando lentamente sobre las brasas. Bostezo y estiro las uñas y los dedos. estiro y encojo las uñas, estiro y encojo mientras decido que zona asearé ahora de mi cuerpo. Preferiría investigar dentro de la olla metiéndome de cuerpo entero o, tal vez, perseguir a esos trastos que corretean por el tejado con uñitas que tamborilean raudas en su carrera miedosa por atrapar cualquier comistrajo sobrante y poco vigilado. Sin embargo Olalla a estas horas somnolientas para los hombres se tumba en el el divan de los flojos muelles a soñar recuerdos antiguos y futuros... Cuando entra no puedo resistir rozarle con todo mi espinazo sus delicadas medias como de tela de penélope que trajo por centenares de la habana. La saliva me chorrea incontrolable ante la olla de Olalla produciéndome inevitablemente amnesia para todo aquello que me es propio según mi condición.

Yo debiera ser negro, lustroso, sedoso, brillante, de mirada peligrosa y atenta. Debiera pasarme las horas sentado con las manos apoyadas delante de mí, siguiendo con la mirada todos los movimientos de la estancia. Debiera llamarme Lucifer, Demonio, Relámpago o, tal vez, Rayo. Es posible que yo, incluso, debiera inquietar a las visitas de Olalla y debieran correr leyendas sobre ánimas, milagros, sortilegios, ... en las que la única certeza fuera que di testimónio y presagié. Sería de esperar de mí que, cuando la luna llena de enero asoma sobre los picos de los tejados, mi silueta debiera recortarse, negra, contra su blanco rostro. Soy un gato de bruja, de meiga, y de mí se espera que sea el nexo que conecta a la bruja con los mortales y con lo velado a la vista común.

Sin embargo soy un gato de palleiro. Gris a rayas todo el lomo, la parte exterior de las patas y la cola. El pecho, el cuello y la panza parece que se lo robara a un armiño. Sobre mi blanca cara visto un antifaz del mismo corte que mi lomo y mis orejas se yerguen puntiagudas y negras como aletas de tiburón. Soy un gatazo de cuatro kilos y enorme cabeza, tan ágil como vago. y tan pelota como listo. No soy ladrón porque Olalla reparte conmigo a partes iguales la pitanza abundate que le suministran entre todos sus visitantes. Pero si alguna vez, según ustedes, he robado algo, sepan que se equivocan. Tan solo soy un gran gourmet y entiendo que ese salmón dejado sobre la mesa de vuestra abierta cocina requiere de mi experta opinion felina que, con mucho gusto y relamiéndome, les doy encantado.

Como ves no soy un gato de bruja. Tampoco Olalla, la que tú, humano, llamarías mi ama, es una bruja. Yo soy un gato común y no hablo porque no me hace falta para vivir mi vida de gato. Olalla es simplemente una persona sencilla, tan verdaderamente sencilla que le pasa lo mismo que a todos los humanos que encuentran la verdadera sencillez de la vida. Olalla es como esas mentes sencillas que se dan entre pocos humanos. Almas tan sencillas como las de Don Quijote, Alber Einstein, Isaac Newton o Leonardo Da Vinci. Todos estos humanos tiene en común que miran sin prejuicios ni egoismo a su alrededor y, de una forma sencilla, comprenden lo que les rodea. Vosotros los humanos mas corrientes los tratáis de genios, de locos, o, como a olalla, de brujos. Yo, sin embargo, como soy un gato común, y estoy exhento del antropocentrismo que os caracteriza a casi todos los humanos, veo las cosas con la misma sencilla claridad que estas pocquísimas almas sencillas y nada egoístas que hay entre vosotros.

Yo, gato común, no siento extrañeza alguna frente al hecho de que, mientras os suelto esta parrafada, Olalla ha seguido contemplando un rayo de luna que traspasa su mano. Apenas han pasado unos pocos segundos en el tiempo de Olalla, pero mi tiempo, mientras, ha avanzado los suficiente para poder contar todo ésto que llevas leido. Para tí, humano comíun y auto complicado, te resulta dificil asumir que mi tiempo y el de olaya estén transcurriendo a distintas velocidades. Sin embargo Abert lo vió muy claro y muy simple:

Alber se percató de que percibimos por separado lo que es una única realidad. Aceptamos comúnmente que el tiempo y el espacio son dos entidades separadas y no nos preguntamos qué implica en nuestras vidas. Creemos que estas dos entidades, tiempo y espacio, son fijas e inamovibles y que nosotros nos movemos por ellas como mejor podemos. Pero Alber, desde su sencillez, supo ver claramente tres cosas esenciales. La primera que cualquier ente puede afirmar cuando se desplaza a una velocidad constante que está en reposo y el resto del universo se mueve en torno a él. La segunda que el tiempo es siempre una distancia recorrida que depende de la velocidad con que se recorra. Y la tercera es que todo observador puede afirmar que es él el que se mueve cuando su velocidad varia por causa de una aceleración. También se dió cuenta de que la materia siempre está buscando el contacto con la materia que le rodea y toda materia dotada de masa intenta atraer junto a sí a todo el resto de la materia que también esté dotada de masa. La materia, por tanto está siempre sufriendo una aceleracion hacia un centro marcado por su propio centro. A eso es a lo que los demás llamamos gravedad. La gravedad es la forma en que sentimos el perpetuo movimiento acelerado uniformemente hacia el centro de nuestro planeta. Alber, al conjugar todo ésto, se dio cuenta sencillamente que el tiempo y el espacio solo son perceptibles porque algo se mueve, y se dió perfecta cuenta de que cada objeto material dotado de masa es en si mísmo el tiempo y el espacio o, como lo expresó Alber, el tiempo y el espacio se alabean en torno a la masa. Concluir de esta observación que cada objeto dotado de masa tiene su propio tiempo y su propio espacio es lo mas natural. Concluir, por tanto, que existe un tiempo absoluto y un absoluto espacio es irracional. Saber, por tanto, que nada es simultáneo a nada se deriva del simple hecho de que cada masa tiene inscrita en sí misma el moldeo que le da al tiempo y al espacio en su deambilar imparable. ¿no te das cuenta, humano, que desde que salté de mi atalaya para cazar al roedor despistado hasta que tú percibieste mi acción en tu retina y aún luego, mucho después, tu inútil cerebro comprendió mi accion ha pasada necesariamente un lapso de tiempo tal que ya no puede ser simultánea mi caza y tu sorpresa?

Para mí, gato común, es totalmente natural percibir que yo mismo soy mi tiempo y mi espacio, que Olalla es su espacio y su propio tiempo. También es natural para mí saber que, al restregar mi lomo contra las medias de Olalla nuestros tiempos y espacios se sincronizan y corren parejos...

Y, como mi tiempo es mío y a mi modo lo administro, he decidio trasladarme raudo a los dominios de Morfeo. Iba a hablarte de como es sencilla Olalla para que la llames bruja. Pero como soy un gato común, cambio de parecer cuando me parece y ahora suspendo mi sincronía de tiempo contigo y te emplazo a que me visites mañana, que será dentro de un rato o tal vez de un año, y te contaré secretos que Olalla no guarda pero que nadie quiere saber.

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