miércoles, 11 de marzo de 2009

Cuento de la luna llena (segunda parte)

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La alarma fue dada por las lavanderas. Estas habían salido con el primer rayo del alba, río arriba, con su carga de miserias ajenas, cuando, al azar, la más pícara, mirándose en los reflejos del agua por ver si aún se notaban huellas de la noche pasada, vio como hebras de hilo blanco o culebrillas fosforescentes que fluían entremezcladas con la corriente. Se paró curiosa y llamó al resto para que vieran el prodigio que estaba sucediendo. Poco a poco desaparecía el agua del río y era sustituida por infinitas y minúsculas hebras de luz; de una luz que a todas era familiar; tan familiar que no podía reconocerla. Una rompió el silencio que se había instalado sobre el grupo:


  • ¡Parece...! ¿¡Es luz de luna!?


Se quedaron pasmadas.


Se filtraba por sus corazones algo entre miedo al prodigio, incredulidad y fascinación. Avanzaron unos metros para dar una curva y divisaron el molino. ¡Se estaba licuando o fundiendo como un muñeco de nieve! , ¡No, no!, no se fundía, era como si algún gigante estuviera vertiendo una gran cucharada de queso fundido sobre la construcción; pero no era queso, era luz. Todas supieron al instante que esa luz podía tocarse, olerse y beberse.


  • Parece que alguien estuviera vaciando un pote de queso de luz –decía una- encima del molino y el sobrante se fuera por el canal abajo. ¡Si parece que tiene hasta el hilo de ir resbalando del pote!


Miraron hacia el techo y vieron ese hilo de luz que descendía derramándose sobre el molino. Lo siguieron con la mirada hasta topar con ¡la luna!. ¡La luna se está derramando sobre el molino!. Se vaciaba por el vértice inferior que presenta en su fase creciente. Sin embargo hoy tocaba luna llena y estaba como si estuviera menguando pero no por el lado de menguar sino como si estuviera creciendo al revés y a simple vista. Corrieron todas dejando las cestas de la ropa atrás y alguna en el colmo del miedo aún tuvo tiempo de apreciar como Eulalia la tullida las adelantaba flexionando en la carrera la rodilla que nunca antes había podido doblar.

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