miércoles, 4 de marzo de 2009

el caballero bajo la ventana


Se asoma a la ventana de su alcoba para comprobar, una vez mas, que el caballero sigue ahí, impertérrito, bajo el balcón. Hace diez años se apostó ahí y sólo dijo una vez:

-“te amo, Juana”

y calló para siempre.

Ella al verle sintió entre risa y lastima de ese esperpento. Miró su cuerpo enclenque incapaz de vencer a ningún caballero, su pierna tullida que apenas le ayuda a sostenerse en pie, sus ojos que no miran a ninguna parte ni nada dicen, ojos que no saben expresar ni saben de la intensidad ni del lenguaje; Miró su simplicidad y su fealdad y sintió lástima y risa.

-“¿Cómo osas amarme?, ¿Qué puedes darme tú, simple y feo? ; Yo, reina de reinas, podría regalarte por un tiempo lo que no mereces pero perdería mi corona ante mis vasallas. Aléjate, o sé mi mas humilde paje; pero no sueñes mis favores... ¿Es que no comprendes que yo soy miel y tú, boca de asno, no puedes paladearme?”

El caballero, desde una remota profundidad respondió con una voz triste y desagradable:
-“Te amo, Juana, porque soy como tú, un corazón que vive en soledad. Te esperaré aquí bajo el sol y bajo la lluvia hasta que te desprendas de tu ropaje de divina y seas mortal como yo”.

Desde entonces el caballero sigue apostado bajo la ventana y ve como el tiempo le desmigaja el rostro, la sonrisa, le clarea el pelo y le vacía aún mas la mirada. Diez años bajo el balcón consumiéndose bajo los elementos, anquilosado de no moverse y, de pronto, sacude los músculos, reúne los movimientos, se apoya en el cayado y, a trompicones, comienza a andar hacia el horizonte sin importarle el frió ni la nieve que le azotan inmisericordes. Juana nota como se le rasga la blusa, primero, y luego la piel y la carne y sale de entre sus costillas un líquido espeso que se derrama hasta el suelo adoptando forma de corazón. No siente ningún dolor y perpleja mira como esta forma que ha salido de su pecho se desliza como un caracol acertando a tomar el rumbo de las huellas del caballero que se aleja sin volver la vista atrás.

-“¿Qué eres tú, que has salido así de mi pecho?”.

- “Soy tu corazón que me marcho tras la estela de soledad del caballero que se aleja. No te sorprendas, Juana, soy tu más intimo yo, que he decidido abandonarte porque tú nunca me has conocido y el caballero sí supo de mí y me amó desde que me vio. Ahora marchamos los dos a una aventura sin retorno y te dejamos en medio de tu soledad y tu incuestionable belleza de Diosa. No te preocupes pues no sentirás dolor alguno dado que ese sentir me correspondía a mí, tu mas intimo yo, y te dejo para siempre”.

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